Albert Grèbol Psicólogo Psicoterapeuta Vic


PERO ¿QUÉ ME PASA?

A menudo, muchos pacientes expresan en consulta algo que hasta cierto punto resulta paradójico: ahora que estoy bien, que lo tengo todo, que no me falta de nada, ahora estoy peor que nunca.

Curiosamente, cuando vamos indagando vemos que no es cierta la primera afirmación: qué significa que ahora que lo tiene todo, y que quiere decir ahora que no me falta nada. Pero lo curioso, por decirlo de algún modo, es que ahora que "aparentemente" y cognitivamente parecería que debería estar bien, ahora me siento mal.

Cierto. A menudo, cuando parece que deberíamos estar bien, cuando parece haber alcanzado un nivel de confort o de bienestar, sobre todo en la relación, es cuando surge un malestar "inexplicable".

Evidentemente que cada caso es único y particular, pero insisto, a menudo es en estas circunstancias de "tranquilidad" que se hace evidente un malestar que se arrastra desde hace mucho tiempo. Un malestar motivado por vete a saber qué, pero que en definitiva mordisquea por dentro y aflora en forma de angustia, ansiedad, o dolores somáticos.

Son estos últimos, los dolores somáticos, entre otros, algunos de los síntomas de lo que coloquialmente se llama "la mochila".

Justamente en la terapia observamos, paciente y terapeuta, como el dolor de la "mochila" tiene relación con experiencias emocionales no digeridas, elaboradas: duelos mal cerrados, vivencias dolorosas evitadas, relaciones dolorosas, etc.

Personalmente me hace cierta gracia, por decirlo de algún modo, aquella expresión del "pasar página": "va, pasamos página que no pasa nada". Cogido en la literalidad queremos decir que nos olvidamos de lo que ha pasado y seguimos o vamos por otro tema o cuestión, como si lo que queremos pasar no hubiera sucedido o en todo caso, estuviera cerrado; sin darnos cuenta de que en un libro, pasar página significa continuar con la historia y que la página siguiente no se entiende sin haber leído la página anterior, y la anterior no tiene sentido sin la siguiente.

Y ahí está la cuestión importante: dotar de sentido lo que vivimos, la experiencia vital cotidiana: el trabajo, las relaciones familiares, de amistad, de pareja, el ocio, las aficiones,... Que todo tenga un sentido. Si no, el sin sentido es lo que aboca al sufrimiento, al no entender por qué un estar mal si aparentemente debería estar bien.

Es así como en la terapia, si no se puede hacer por uno mismo, se intenta tener una visión integral y holística de la persona para comprender cómo el sufrimiento que motiva la consulta no se deriva de una "página", de una sola experiencia, de un momento, si no que a menudo tiene relación con una historia vital en la que hay experiencias dolorosas o falta de experiencias de confort que aporten seguridad para afrontar el día a día con la tranquilidad y la seguridad deseada.